Esos Dos Impostores

Cuando tenía 17 años, tomé los exámenes de ingreso a la Universidad de Oxford y lo hice lo suficientemente bien como para ser invitado a una entrevista en Keble College con miras a estudiar política, filosofía y economía. Había tres entrevistas que realizar y el primer día me enfermé con una maldita gripe. No le dije a nadie. Seguí adelante, prácticamente delirante por la fiebre, y “no logré impresionar”. Fue el fin del mundo para mí cuando llegó la carta de rechazo.

Finalmente, después de otro intento fallido de estudiar política en la Universidad de Liverpool, terminé en el curso de teatro de la Universidad de Manchester. Un domingo, de madrugada, un joven se tiró del techo del bloque de pisos donde vivía. Apenas estaba vivo cuando llegué a él, pero logré conseguir su nombre y número de piso. La policía vino a verme ese mismo día para decirme que Stephen había muerto. Tanta era la presión académica que su familia ejercía sobre él, que cuando evaluó sus opciones, la muerte le pareció la mejor. Fue el fin del mundo para él.

Esta fue la mayor lección que el mundo académico me ha dado jamás. Para citar a Charlie Schulz, el creador de Peanuts, “¡Ningún problema es tan grande o tan complicado que no se pueda eludir!” Yo añadiría que, a veces, hay que correr por tu vida.

En el mundo del espectáculo se vive y se respira la obra de teatro, la danza o la música en la que se está trabajando. Nada es más importante. Sea cual sea el contratiempo, “el espectáculo debe continuar” y “¡irá bien en la noche!”. Se hacen sacrificios, se trabajan horas estúpidas y se suda la gota gorda para asegurar que la obra de arte tenga las mejores posibilidades de éxito. Pero la cuestión es que la misma cantidad de esfuerzo y esperanza se invierte en un fracaso que en un éxito. ¿Qué es el fracaso sino la no ocurrencia de lo que habías esperado? No has fracasado. Sólo estás decepcionado.

En el ámbito militar existe el “Intent del Comandante”, el resultado deseado de una operación. Acepta la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad de la guerra y faculta a los subordinados para improvisar y adaptarse a las situaciones según se produzcan. Son capaces de responder a escenarios inesperados (¿indeseados?) sin atribuir categorías de éxito y fracaso a cada paso. La intención general del Comandante lo es todo.

Después de una decepción, mientras nos preguntamos si volver a subirnos al caballo, haríamos bien en preguntarnos quién o qué es nuestro Comandante. La respuesta podría ser una revelación.

Un general español me dijo una vez: “Los planes son esenciales”. Luego añadió: “También son inútiles”. O como Rudyard Kipling (probablemente) quiso decir, la iluminación llega cuando “puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre / Y tratar a esos dos impostores de la misma manera”.

#mentalidad de crecimiento #resiliencia #perspectiva

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